Terminó el primer día de grabación, ya que vine con unos amigos, a la ciudad de la amistad, Chiclayo, para hacer un documental para una ONG que nos contrató.
Fuimos al hotel, me di un duchazo y salí rápido para despegarme del grupo pues había estado todo el santo día con ellos y como que me aburrieron un poco. Necesitaba estar sola.
Caminando por la única avenida principal que conozco, veo el espíritu navideño en casas y tiendas. Muchas personas recién haciendo las compras navideñas, es un loquerío andar por esa avenida, me imagino cómo se pondrá dos días antes del 24 será intransitable y los negocios y centros comerciales abarrotados de gente de todas las clases sociales. Porque si bien es cierto hay recesión, pero creo que para algunas fiestas principales como Semana Santa, Fiestas Patrias, Navidad y Año nuevo, lo poco que tenemos de nuestros ahorros, lo gastamos para disfrutar lo necesario.
Son las siete de la noche, el calor es sofocante. Me detengo en una tienda y compro una botella con agua rehelada, precisa para estas circunstancias porque si compro gaseosa me dará más sed. Como hay tanta gente, me da un poco de temor debido a que los delincuentes están al asecho, merodeando a su presa. Lo único que me preocupa es que roben mi celular, porque dinero no llevo mucho, lo dejé encargado a una amiga y que supongo que ésta aún está en el hotel descansando.
Me tienta un cigarro, pero no veo por ninguna tienda o puesto la marca Kent, para mí son los mejores, es bastante suave y no te deja ese sabor desagradable; pero prefiero no contaminar el ambiente más de lo que está y contaminar menos mis pulmones, por esta noche creo.
Estoy llegando al final de la avenida, bueno no es el final simplemente llego al centro, a la Plaza principal de Chiclayo, bastante iluminada, con parejas, familias y amigos sentados en las muchas bancas puestas estratégicamente para realzar más el diseño urbano.
Una de las bancas está casi vacía, solo hay una persona en ella, me siento y ésta da casi al frente de la Catedral. Miro para un lado y para otro, miro a una persona y a otra, a niños jugar, a muchas señoras entrar a la Catedral, a misa supongo o simplemente a estar unos minutos con Dios. De pronto alguien me habla, era mi vecino de la banca, simplemente para decirme que mi celular estaba sonando, y yo ni me había percatado.
Era una nueva amiga de Lima, nos conocimos por medio de otro amigo cuando salimos los días que estuve por la Capital. Para preguntarme si aún estaba en oferta pasar Año Nuevo en Trujillo, le dije que sí, que incluso se podía quedar en mi casa y ahorrarse el hotel. Conversamos un buen rato recordando los buenos días por Lima. Luego siguió sonando mi celular, algunos teléfonos ni sabía de quienes eran y otros, simplemente no quería contestar.
Al poco tiempo, llegaron mis amigos. No sé cómo me encontraron; pero ni modo. Me uní al grupo y seguí el rumbo de ellos.