29 de septiembre de 2012

Este niño como muchos otros, son nuestro cambio...

El hombre de este tiempo ha perdido la voluntad de orientarse y de vivir de lo que nos regala el mundo. Caminar por la sierra, es un deleite. Encuentras paisajes similares que muchas veces comparas entre un lugar y otro; pero lo que hagas en esas horas con sol, luna, frío, trocha, ríos y cuanto más te ofrecen esos lugares tan reales de nuestra sierra peruana junto con sus lugareños, hacen que te marquen y tal vez cambien tu manera de ser y de pensar.

Sentado en el piso de tierra de su comedor, con ropita humilde y poco abrigadora; pero que para él es suficiente para soportar el frío serrano del mes de septiembre. Con tal vehemencia, trata de armar su patineta, que vio en uno de los tantos programas infantiles educativos emitidos por la televisión internacional. Las ruedas de madera las trata de pulir, de no ser así no podrá deslizarse. Nos mira de reojo y da la impresión de que le molesta que le observemos. Luego empieza a clavar la rueda de madera contra la tabla larga que toda patineta debe tener. Lo hace cada vez con más fuerza, se da cuenta que hace mucho ruido, se levanta y se dirige a la entrada de su casa. Sigue con su trabajo de armado de su genial patineta. Mientras nosotras seguimos almorzando lo que su mamá, con un pelín de ruego nos preparó para apaciguar el hambre que teníamos a esas horas de la tarde, arroz con huevo frito, camote y su combinado e infaltable ají.


Se llama Alex, tiene seis años y cursa el primer año de escuela. Mi amiga comienza a tomarle fotos por todos los ángulos y perspectivas posibles, él no se incomoda, al contrario, se da cuenta y como que le empieza a gustar y de vez en cuando posa para el lente de la cámara. Ya casi termina de armar su patineta, solo le falta hacer algunos ajustes y vualá, a probarla en la cancha de deporte que tiene el pueblo de Chota, Otuzco.


Luego de hacerle algunas preguntas como su nombre, su edad, que más lugares hay que conocer, etc. Nos dice que en el río que está al pie del pueblito - hay muchas truchas y hay grandotas -, así que decidimos seguirle, pues se apuntó como nuestro guía. En lo que nos dirigíamos al río, llegó su hermanita Kely de siete años que también nos acompañó. Tuvimos que cruzar el río, que por suerte como no es temporada de lluvias, estaba bajo su caudal. Mi amiga y Alex cruzaron el río aunque ambos terminaron mojándose las zapatillas y algo de su ropa. Yo, un poco más, no sé si la palabra sería, precavida, decidí sacarme las zapatillas y las medias para cruzar a pata calata el río de aguas muy frías; pero cristalinas.


Nunca vimos las famosas truchas; pero el paisaje que llamaba al sosiego por el sonido de los árboles ocasionado por el soplo suave del viento, el sonido del río por las aguas provenientes de algún deshielo que corrían pero sin prisa en dirección al mar, y el cantar de las aves, fue más que suficiente para sentirme viva y libre, y creo que lo mismo le pasó a mi amiga, porque al verla recostada bajo la sombra de los árboles, su semblante era otro.


Se tomaron muchas fotografías, al paisaje, a las personas, a los animales; pero sobre todo a aquellos dos niños que nos acompañaban y que les veíamos felices de no tener nada y tener todo. De pronto Alex, se interesó en la cámara y quiso tomar fotos; pero mi amiga no le quiso dar por obvias razones. Tanto fue la insistencia de Alex que le enseñó lo básico: prender, apagar, enfocar y disparar para capturar la imagen que quisiese; y no lo hizo mal, se le veía la emoción en su rostro cuando sus propias fotos en la pantalla de la cámara las podía ver.


Quisimos quedarnos un tiempo más; pero era muy tarde y el único transporte que pasaría por un atajo donde, al principio nos quedamos para llegar a este pueblo de Chota, después de casi dos horas de caminar y caminar; pasaría a las 18hrs. Si no hubiésemos estado a esa hora, hubiésemos tenido que quedarnos, y la verdad, no fuimos preparadas para quedarnos. Lógicamente, después nos pesó.


Antes de que suba en la moto que me llevaría al atajo, me despedí de todos. Alex me dijo que me quedara, que su papá tenía cuartos que nos prestaría, y luego su hermana Kely me dijo - te presto mi camita - Tuve pena, la verdad, porque se les veía la emoción con que ellos me decían que nos quedáramos. Luego Alex me dijo - se vienen para Navidad, es bonito, tomaremos chocolate y me verán pasear con mi patineta -. Me abrazó fuerte al igual que su hermana Kely, quien no paraba de hablar de fantasmas.


Es posible, no lo sé, que esta navidad pase a visitar a Alex y ver su progreso con la patineta. En fin...


Ghandi dijo: "Sé el cambio que deseas ver en el mundo". Y este niño como muchos otros, son nuestro cambio.