7 de septiembre de 2009

Manipulando emociones...

En toda la noche del domingo y madrugada de hoy lunes, no pude dormir. A pesar que el sábado salí con un amigo a bailar a una disco. No nos amanecimos mucho, solo estuvimos hasta las 4:00 am. y el domingo una cosa y otra, en realidad pensé que podría dormir o recuperar mis horas de sueño; pero no pasó así. Tan solo llegué a dormir dos horas. y bueno, hoy me levanté a las 8 y pico (o sea, habiendo dormido muy poco otra vez porque me acosté a las 5:00 am. pues se me había ido el sueño. Estuve viendo películas y leyendo un libro para poder llamar a Morfeo. Me levanté y fui a jugar un rato baloncesto, aprovechando que no hacía mucho frío, por un parque cerca a mi casa. Y mientras jugaba, me llegó por sms una linda sonrisa que me iluminó todo el día, para mí ya había emergido el sol en el momento que recibí aquel sms. Aunque recién al medio día empezó a sentirse la presencia del sol medio. Continué con el guión cinematográfico que estoy escribiendo. Comí sola, porque almorcé tarde pues a mi familia ya le había gruñido la panza temprano… Luego de almorzar como que me empezó a pegar la falta de horas de sueño. Me puse a escuchar música y a ver televisión a la vez. No sé si sea un defecto pero me encanta hacer esas dos cosas a la vez mientras hago otras cosas como, arreglar mi habitación, leer el periódico, leer un libro o ponerme a pintar mis abstractos. Mientras el sueño me lo permita. Me temo que esta entrada va a ser de las largas.

Voy a empezar por el final, o sea, por la plática post trabajo. Una cosa llevó a la otra y se terminó discutiendo acerca de los roles y los tópicos sobre hombres y mujeres. Estábamos practicando las expresiones de valoración tipo: "me fastidia que hagan eso". Pues nos enrollaron con la actividad y surgió un debate muy animado y divertido. Éramos tres chicas contra cinco chicos. Fue muy interesante saber cómo se ven desde fuera determinadas actitudes, percatarse de las diferencias culturales, deducir de dónde salen los tópicos y analizar qué parte de razón pueden tener... En un tono más anecdótico, diré que me reí mucho gracias a Pablo que hoy soltó un par de perlas. La primera me hizo gracia más que por el contenido, por la naturalidad con la que la dijo y la corrección de la que fue capaz (no es su fuerte): "me fastidia que las mujeres busquen problemas que no hay". Yo añadiría que esto no es privilegio de las mujeres. Y la segunda, cuando los chicos dijeron que no les gusta que las mujeres se maquillen, se armó cierto revuelo, se tuvo que matizar, con un poco de delineador de ojos es aceptable, y al final Pablo lo dejó más claro diciendo que lo que no les gustan son "las mujeres naranjas". Buenísimo.

El otro día pensaba que, aunque no es que mi vida esté precisamente llena de aventura, cosas que contar no me faltan. Pero, más que de acontecimientos externos, se trata de acontecimientos internos. Cuántas veces habré escrito emails tipo: "por aquí nada nuevo, lo de siempre"... y, sin embargo, ahora me da la sensación de que cada día me trae algo nuevo. Repito, no se trata de grandes sucesos ni aventuras, pero cada uno de ellos tiene su importancia. Probablemente no me pasan más cosas que antes, sólo que antes todo ello parecía rebotar y ahora, en cambio, lo absorbo. Tengo la sensación de que antes era como si no viviese. Plagiando una expresión de hace muchos años, era la vida la que me vivía a mí.

Partamos de que me encuentro bien, vale? Pero estos últimos días estoy notando ansiedad. No sé exactamente a qué se debe. Algo intuyo, pero tengo que reflexionar más sobre ello. El caso es que el domingo me llegó un mensaje de mi amore que, a pesar de decirme cosas bonitas, por alguna razón me provocó un torbellino de sentimientos que me duró día y medio, aunque ahora ya estoy más calmada. Por la noche terminé de leer nuevamente Le Petit Prince o sea El Principito y no pude evitar llorar en un par de ocasiones. Ayer, a raíz de ciertas coincidencias principescas que descubrí, estuve dándole vuelta a todo esto y la conclusión provisional a la que he llegado es que me duelen enormemente las escenas de alejamiento. Joder, no sé cómo explicarlo, tengo muchos vislumbres que todavía no acaban de cristalizar en una visión del conjunto. Está relacionado, como digo, con el alejamiento, pero éste a su vez tiene que ver con la libertad esencial de las personas, al mismo tiempo deseada y temida, con la generosidad y el egoísmo, con la fe y el miedo, con los vaivenes de la corriente de la vida, con la ilusión, con la desilusión, con la soledad, con la compañía, con el anhelo de compartirse, con la apertura y la expansión, con el impulso absurdo de secuestrar a alguien y llevártelo a un universo concéntrico, biplaza pero infinito, con la eternidad... Ah, me jode haber perdido algunos recuerdos de mi infancia, porque estoy segura de que entre ellos encontraría alguna clave, quizá el pegamento que me ayudaría a componer con todos esos fragmentos una explicación...

Ayer fui a casa de Paola un poco tocada. Nos pusimos a hablar (cosa que no siempre nos sale), le conté cómo me sentía y su diagnóstico, a pesar de que tampoco me conoce tanto, fue tajante y certera: lo que tienes es necesidad de compartir. Pues sí, estoy de acuerdo. Y su receta: necesitas más amistades femeninas. Pues también estoy de acuerdo. Lo que pasa es que en mi vida trujillana no me está resultando fácil cultivar amistades femeninas. Mis mejores amigos de aquí, son hombres y se dividen entre mi vida familiar y trabajo. Con Paola no sé por qué, pero no logro coincidir más que para ensayar. Y el resto de chicas con las que me gustaría pasar tiempo están lejos: en Lima, en Madrid, en Buenos Aires, en Múnich, en Colonia, y en Italia... Bueno, intentaré aprovechar el interés que muestran algunas personas como Paola, Lucía, Susana y Cora y a ver qué sale... Desde luego, ayer el ensayo con Paola fue genial, tanto que todavía me dura la recarga positiva.

Cambiando de tercio (aparentemente, porque lo que voy a decir ahora va destinado a retomar lo del torbellino de sentimientos), me he dado cuenta de lo interesante que es analizar el lenguaje que utilizamos. Últimamente me fijo mucho en las frases que repite la gente y en las muletillas que utiliza. De ahí se pueden sacar conclusiones bastante reveladoras. Por ejemplo, hace poco me fijé en que cierta persona, cada vez que habla de algo que no le gusta, repite "odio...". Es una persona encantadora, pero a lo largo de nuestra conversación en muchos momentos se traslució, tampoco es que ella me lo ocultara en lo más mínimo la enorme rabia que lleva dentro. No sin razón, por cierto. Así que, cuando alguien repite alguien, por algo es. Por ejemplo: yo suelo empezar mis frases con "alucina", "sabes" o “y bueno” (creo que lo hago mucho menos, ya me dirán los que me escuchen). Me alucinó la interpretación que de ello hizo Paola: que yo no quiero saber, no quiero enterarme. Y es verdad que actuo así: sin prestar atención a lo que sienten otros y ni siquiera a lo que grita mi interior, refugiándome en la actividad frenética y soñando siempre con huir lejos, preferentemente a España o Alemania, negando a la vez lo que tengo cerca... Otro ejemplo: las personas que repiten "es que soy así", y esa frase, que en principio es como una disculpa, les acaba sirviendo de excusa para todo, preferentemente para eludir enfrentarse a la responsabilidad. Otro ejemplo: tengo una amiga que empieza todas las frases diciendo "el problema es que...", aunque en realidad no haya ningún problema. Pero ella está siempre tensa como si lo hubiese, y al final acaba creándolo. En suma, que cuando alguien repite algo, por algo es.

Vengo repitiendo hace tiempo que nadie tiene la culpa de sentir lo que siente. Y lo mantengo. Lo que no he dicho aún es la segunda parte: la manera en que manejamos esos sentimientos y emociones sí depende de nosotros. Y, volviendo a lo del torbellino de sentimientos, yo noto que todavía tengo que aprender a manejar muchas cosas. Tantas, que a veces me siento abrumada.

También he hablado de la cantidad de sentimientos, muchas veces contradictorios, que caben al mismo tiempo en una persona. Pues bien: en estos momentos me veo dividida, como ya he dicho, entre el ansia de compartirme; la necesidad (tal vez experimental) de un poco de soledad, pero de la buena, de esa en la que uno es el mejor compañero de sí mismo; el impulso de raptar a alguien y llevármelo lejos (no necesariamente en sentido geográfico), a un territorio virgen donde poder crear un mundo sólo para nosotros dos...

Sí, compartirme. El invierno no es época de siembra ni de recolección, pero yo desearía dedicarme a alguna de esas actividades en vez de ejercitar la paciencia. Sobre todo cuando afuera hace tanto frío y estoy sola en casa. No sé si necesito un período de barbecho. Han habido momentos de mi vida en los que sí, pero no sé si ahora...

Bueno, voy parando por hoy. Se nota que no he escrito en mucho tiempo. Pero ya paro, tengo que arreglar mis cosas, porque mañana estoy liada a un viaje repentino que tengo que hacer unos días, incluyendo ensayo con un grupo nuevo y el viernes regresaré para reunirme con una amiga por la que no está pasando buenos momentos. Y de repente pasar un fin de semana lejos de Trujillo, solo chicas.

Para ilustrar mi tema de hoy, les dejo con una cita que me he permitido robarle a Skrzydełko (si no me equivoco es escritor polaco, no recuerdo bien, pero su cita sí la recuerdo), porque lo registré en mi block hace mucho tiempo...

“Estar cerca de la vida y de otra persona es algo muy frágil, como andar por la cuerda floja… Los sentimientos auténticos, esos que se nos depositan en las venas y en la mirada y nos hacen cambiar, son anarquistas, es decir, no tienen nombre, no tienen forma ni duración previsibles. Pueden durar lo que el té de la mañana o toda la vida. Y no los puedes obligar a nada.”