30 de junio de 2011

Un lugar sin perdón...

Dentro de una cárcel las tendencias sexuales siempre acaban por atrofiarse. Las reas que sólo consumían marihuana y alcohol ahora se “alimentan” de cocaína o heroína. Los olores se enredan con la desesperación, enfermedades, y la muerte siempre está al acecho. Dormirse es ponerse a merced de las demás.

Hay algunas que mentalmente están mal, lo que hace que sea más peligroso el encierro. Otras planean que “trabajos” ejecutarán en la calle sus compinches que a veces hasta sus propios familiares. Realizan delitos como robos, extorsiones, golpizas, secuestros virtuales. Más que una cárcel correccional, pareciera que son cárceles que sirven para perfeccionar costumbres y ejecutar delitos con mayor precisión. Finalmente pierden lo más preciado que tiene el ser humano, vida, libertad, integridad y dignidad.

Asesinato, narcotráfico, trata de mujeres y de menores, estafa, robo, violación, prostitución, contrabando. Es lo que muestra la serie mexicana “Capadocia”, de tan solo dos temporadas, y fue más que suficiente para mostrar la crudeza en las cárceles, la corrupción de los políticos, el narcotráfico internacional, la injusticia, etc. que no solo se da en México, sino también en el resto de países desarrollados y subdesarrollados. Realmente es preocupante.

El mal actuar de la justicia crea la sobrepoblación en las cárceles generando la inestabilidad penitenciaria, mala alimentación y poca posibilidad de que se regeneren las condenadas justificada o injustificadamente, despertando a la perversidad. La más débil es quien pierde.

Casi la mitad de las internas no están sentenciadas, y quienes por error de la justicia caen en las cárceles, empiezan ahí a delinquir. Mientras que otras esperan escuchar el “disculpe… está libre”, luego de que no se les encontraran las pruebas necesarias para sentenciarlas después de dos, tres o más años perdidos.

La corrupción continúa. Todo se hace en complicidad. Por mínimo que sea se cobra, desde un vaso con agua hasta un papel higiénico, y en caso de que alguna interna no pague se le da una paliza incluso llegan a amenazar a sus familias.

No hay clase social que se salve, pues estas en un mismo destino se vuelven iguales; pero siempre el dinero ayuda, pues las poderosas gozan de televisión, móvil, radio, buena comida, bebidas alcohólicas, armas, drogas y sexo.

No de ahora, sino de hace mucho tiempo, se habla del tráfico de bienes y servicios en las cárceles, un negocio muy grande y muy turbio que hace aún más duras las condiciones de vida de las reclusas, si es que esa es vida. Todo en los presidios pareciera tener un precio y no cualquier precio: una cama, un televisor, una nevera, bebidas alcohólicas, armas, droga, y sexo. Cualquier cosa tiene precio exorbitante. Verdaderos y temibles capos sustituyen a las autoridades carcelarias y se han adueñado de la subsistencia de las internas.

Las presas tienen Derechos Humanos que hay que respetar cualquiera sean las faltas cometidas, pero su condición de invisibles las hacen vulnerables y objeto del olvido de la sociedad y de la vista gorda de las frondosas e inútiles burocracias del gobierno.