Chiclayo!, demasiado calurosa, caótica y hostil. Varios días después de haber permanecido en esa urbe, no entiendo por qué ostenta el dudoso título de “la Capital de la Amistad”, si en las cabinas de internet te tratan como a un perro cuando reclamas, si en el Scotiabank de la Av. Balta, te cierran la puerta en la cara “porque ya son las 6 p.m.” cuando uno intenta reclamar por qué diablos un cajero automático del banco entrega un billete de 50 nuevos soles roto y nadie se hace responsable, o si los taxistas chiclayanos se niegan a llevarte al lugar donde solicitas porque está “muy lejos” y se marchan en tus narices, Capital de la amistad?… los cojones o las pelotas – como se dice en España.
Pero no todo es malo. También hay cosas risibles, lindando con lo surrealista. Por ejemplo, esa inexplicable obsesión que los chiclayanos tienen por el Señor de Sipán. Porque pareciera que, estos remotos descendientes del soberano de Huaca Rajada, despertaron al mundo el día que Walter Alva descubrió la famosa tumba real, en 1988. Desde entonces, todo ha pasado a denominarse “Sipán” o “Señor de Sipán” en Chiclayo y alrededores. Ya sé que es un tema de estrategia de mercadeo y que, “en nombre del turismo y la promoción turística del Perú”, todo se puede aunque sea, huachafo y de pésimo gusto. Pero parece que la imaginación y el ingenio no tienen mayores recursos. Quizás el calor extremo, o el excesivo consumo de zapallo loche, limitan la inteligencia y creatividad de esta gente. No sé.
Hemos viajado a Chiclayo con la esperanza de poder realizar un buen documental del Señor de Sipán. Que si todo sale bien luego les cuento. Con gente de producción y realización, entre trujillanos y limeños nos trasladamos desde la casa que alquilamos por cuatro días hasta el Museo Tumbas Reales de Sipán, situado a 10 kilómetros al norte de Chiclayo, en la localidad de Lambayeque, para comprobar que el pobre Señor de Sipán está hasta en la sopa.
Avisos luminosos de neón, letras de bronce que brillan bajo el sol, figuras horribles, letreros feísimos, muñecos feos que parecen monigotes emulan la alta investidura de este soberano precolombino. Y los nombres, para todo tipo de gusto y necesidades: Sipán Tours, Caja Sipán S.A., Hotel Gran Sipán, Grupo de Danzas Peruanas Sipán, Sandalias Sipán, Sipán Constructores S.R.L., Sipán Gas E.I.R.L., Pastelería Señor de Sipán, Renovadora de Calzado Sipán, Universidad Señor de Sipán, Dulcería Sipán. Me parece haber olvidado Chifa Sipán y la Agencia Funeraria Señor de Sipán, que no los he visto con mis propios ojos, pero que me parta un rayo si no existen en algún lugar recóndito de esa ciudad.
Google registra alrededor de 133,000 resultados con el nombre de “Sipán”. También está el Hotel Šipan, situada en una remota isla croata en aguas del Mar Adriático, que no tiene nada que ver con el personaje mochica, por cierto. Pero esa es otra historia.
Sin embargo, el tema no queda ahí. No contentos con bautizar a cuanto negocio, o institución pública y privada con el título del otrora poderoso noble enterrado en Huaca Rajada, las autoridades regionales, provinciales y distritales no se les ocurrió mejor idea para impresionar y/o divertir a la comitiva de periodistas extranjeros que asistieron al Fit Perú 2008 (Feria Internacional de Turismo), con unas 15,473 escenificaciones del Señor de Sipán y omnipresente imagen junto a su real comitiva. En realidad fueron cuatro, sin contar con la exhibición permanente del Museo Tumbas Reales de Sipán. Pero si tomamos en cuenta que la feria de turismo duró cuatro días, ya pues, es un abuso. Pregunto entonces, qué habría hecho el Señor de Sipán si viviera en estos tiempos y comprobase la forma tan grosera y barata en que corrompen su imagen divina con fines tan mercantilistas? ¿Discoteca “Señor de Sipán”? Por favor.
¡Oh poderoso Señor de Sipán, descendiente de la divinidad alada de Ñaylamp!
aplaca tu ira y…. mándelos a degollar a todos!