Hace menos de un año pertenezco a un grupo llamado CouchSurfing que es una red internacional sin fines de lucro que conecta a los viajeros con la población local en más de 230 países y territorios alrededor del mundo. Desde el 2004, los integrantes han estado utilizando este sistema para reunirse, intercambiar cultura, amistad y experiencias de viaje. Hoy, sino me equivoco son más de un millón de personas que sin haberse conocido antes son capaces de compartir la hospitalidad y la comprensión cultural, albergando a los viajeros nacionales e internacionales en sus casas.
Con la crisis financiera mundial y la estabilidad económica entre comillas de América Latina, hace que sea un magnífico destino turístico para aquellos viajeros de ruta o mochileros, como normalmente les llamamos. Es un estilo o forma de conocimiento más humano sobre otros.
Salir de casa implica correr ciertos riesgos. No sólo cambiar de comidas y rutinas, sino muchas veces convivir largas horas con personas a las que apenas conocemos o jamás hemos visto en nuestra vida. Hay a quienes ese contacto les causa espanto. Que son incapaces de acostumbrarse a compartir habitaciones, usar baños desconocidos, cargar mochilas pesadas, etc. En el viaje, no tienen muchas alternativas. O sea, se tienen que acostumbrar a las nuevas rutinas y dejar de hacerse los delicados, de lo contrario pasarán días muy malos en la ruta. Aunque, quienes deciden hacer este tipo de turismo, saben a lo que se enfrentan, tolerar mejor la mugre y soportar esos incómodos asientos en micros y aviones.
Los pesares de la ruta pueden ser peores cuando viajamos sin un mango, en carpa, usando baños de estaciones de servicio o bares, con acceso interrumpido a una ducha o cualquier otro método de higiene. A muchos no sólo les cuesta aguantar la mugre, sino que incluso se vuelven obsesivos con otras cosas. Por ejemplo, con el peso de la mochila. He visto gente al borde de la ruta, revoloteando sus pertenencias, regalándolas a cualquiera que pasara, vaciando su equipaje de tal manera que quede más liviano que una botella de Inca Kola.
Y ni que hablar de las tensiones relacionadas con el tema de tirar dedo. Si la cultura mochilera muchas veces puede ser identificada con la solidaridad, al menos en este tema no suele ser un buen ejemplo. Y si alguien quiere ver este tema en acción, vayan un verano a la playa de Máncora, Perú.
A través de este tipo de turismo mochilero, he conocido a mucha gente de Suecia, Alemania, Finlandia, Estados Unidos, Francia, España, Italia, Colombia, Argentina, Chile, etc. que se han hospedado en las casas de mis nuevos amigos couch.
Esta es la dirección por si quieren integrarla o simplemente explorarla.