30 de abril de 2011

Gritemos sin tener miedo a que nos juzguen...

Siempre he pensado que no hay nada más triste que lágrimas cruzando un espejo de cristal, formando columnas dóricas. “El arte es el reflejo de lo que no existe”, lo dijo mi profe de arte en la universidad y lo recuerdo como si fuese ayer. Considero que lo cruel y sangriento de la vida (tanto físico como espiritual) es lo que mueve la vida de los artistas, pintores, escritores, actores o quienes sean que fueren que están en este mundo para mover las ideas y convertirlas en conceptos. O en sueños, o en visiones de lo que puede ser real, o lo que lo es y de alguna manera se vuelve concreto.

Uno de mis pintores favoritos es Edvard Munch, quien fue capaz de reflejar en sus pinturas el horror de la vida humana. La desesperación, la miseria, la soledad, la tristeza, la ceguera de no querer ver un mundo terrible que en ese momento estaba cruzado por la II Guerra Mundial. El sacrificio de los que viven, al someterse en la fragilidad de momentos incólumes, que pasan frente a los ojos sin que podamos hacer nada. NADA. Simplemente reflexionar. Su obra que más me impactó fue "El Grito". Nótese la curvatura del rostro de ese hombre que, en algún lugar que lleva a ninguna parte, debe parar y hacer una expresión casi sarcástica del miedo. Cuando tenemos terror gritamos, es la expresión externa de una paralización interna que no se puede frenar. Me he sentido así algunas veces. Creo que todos nos podemos sentir así sin tener miedo a que nos juzguen. 

La fuente de inspiración para "El Grito" podría encontrarse, en la atormentada vida del artista, educado por un padre severo y rígido que, siendo niño, vio morir a su madre y a una hermana de tuberculosis. En 1890, a Laura, su hermana favorita, le diagnosticaron una dolencia bipolar y fue internada en un centro psiquiátrico... El estado anímico del artista queda reflejado en estas líneas, que escribió en su diario en 1892: Paseaba por un sendero con dos amigos - el sol se puso - de repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla muerto de cansancio - sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad - mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad, sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza.

Es la vida humana en toda su expresión. Reforzada por un paisaje que, en ese momento, no da atisbo de esperanza alguna.

9 de abril de 2011

Turismo couchsurfing...

Hace menos de un año pertenezco a un grupo llamado CouchSurfing que es una red internacional sin fines de lucro que conecta a los viajeros con la población local en más de 230 países y territorios alrededor del mundo. Desde el 2004, los integrantes han estado utilizando este sistema para reunirse, intercambiar cultura, amistad y experiencias de viaje. Hoy, sino me equivoco son más de un millón de personas que sin haberse conocido antes son capaces de compartir la hospitalidad y la comprensión cultural, albergando a los viajeros nacionales e internacionales en sus casas.

Con la crisis financiera mundial y la estabilidad económica entre comillas de América Latina, hace que sea un magnífico destino turístico para aquellos viajeros de ruta o mochileros, como normalmente les llamamos. Es un estilo o forma de conocimiento más humano sobre otros.

Salir de casa implica correr ciertos riesgos. No sólo cambiar de comidas y rutinas, sino muchas veces convivir largas horas con personas a las que apenas conocemos o jamás hemos visto en nuestra vida. Hay a quienes ese contacto les causa espanto. Que son incapaces de acostumbrarse a compartir habitaciones, usar baños desconocidos, cargar mochilas pesadas, etc. En el viaje, no tienen muchas alternativas. O sea, se tienen que acostumbrar a las nuevas rutinas y dejar de hacerse los delicados, de lo contrario pasarán días muy malos en la ruta. Aunque, quienes deciden hacer este tipo de turismo, saben a lo que se enfrentan, tolerar mejor la mugre y soportar esos incómodos asientos en micros y aviones.

Los pesares de la ruta pueden ser peores cuando viajamos sin un mango, en carpa, usando baños de estaciones de servicio o bares, con acceso interrumpido a una ducha o cualquier otro método de higiene. A muchos no sólo les cuesta aguantar la mugre, sino que incluso se vuelven obsesivos con otras cosas. Por ejemplo, con el peso de la mochila. He visto gente al borde de la ruta, revoloteando sus pertenencias, regalándolas a cualquiera que pasara, vaciando su equipaje de tal manera que quede más liviano que una botella de Inca Kola.

Y ni que hablar de las tensiones relacionadas con el tema de tirar dedo. Si la cultura mochilera muchas veces puede ser identificada con la solidaridad, al menos en este tema no suele ser un buen ejemplo. Y si alguien quiere ver este tema en acción, vayan un verano a la playa de Máncora, Perú.

A través de este tipo de turismo mochilero, he conocido a mucha gente de Suecia, Alemania, Finlandia, Estados Unidos, Francia, España, Italia, Colombia, Argentina, Chile, etc. que se han hospedado en las casas de mis nuevos amigos couch.

Esta es la dirección por si quieren integrarla o simplemente explorarla.
http://www.couchsurfing.org/


Saludos viajeros!!!

8 de abril de 2011

Caminito es tango, Caminito es vino...

Depender del plan y horario de una agencia de turismo, para mí, es fatal. Pues muchas veces por el tiempo no he podido disfrutar lo suficiente de aquellos lugares peculiares y que hacen distinto un lugar de otro.


El día libre que nos dieron para ir de compras o de shopping mall, decidimos regresar al barrio de La Boca, aquel lugar bohemio y pintoresco más conocido como Caminito, el más visitado por los turistas. Y nosotros más que encantados, estábamos felices de estar en un lugar como éste.


Caminito es el antiguo representante de los inmigrantes de La Boca, es también una representación del génesis del Tango. Con algo italiano, su pasión, su estilo, su arrogancia, el espectáculo, los sentimientos de nostalgia y añoranza (por la patria, Italia) y, por supuesto, las letras que contienen mucho el dialecto porteño (mezcla de español e italiano).


Como en cualquier zona turística de una ciudad, la puesta en escena de lo “local” es mucho más marcada, Caminito es también una puesta en escena de lo que habitualmente suele ser definido, en esos términos, como “argentino”. En esa representación, se mezclan parejas bailando tango, pinturas de gauchos, tapices con niños vestidos con chullo, artesanías con dibujos de su cultura indígena, la efigie del Che Guevara, los bares de madera, etc.


Cuando estábamos paseando por Caminito, percibimos la esencia del tango en todos sus rincones. Lo demostraban así los artistas, músicos y bailarines callejeros, los tangos que suenan en todos sus bares y restaurantes, los souvenirs de tango que se venden por docenas en la gran mayoría de tiendas que Caminito ofrece. Puede ser que todo esto parezca demasiado pero en realidad así lo es. Vale una buena recorrida fotográfica, ya que muestra las distintas construcciones de su identidad portuaria e inmigrante, recreando los viejos conventillos pintados con colores vivos y atrayentes.


Cuentan que fue un vecino quien decidió limpiar y recuperar el terreno, pidiendo ayuda al pintor Benito Quinquela, quien bautizó la calle de 100 metros como “Caminito”, por el famoso tango en esa época, de Gabino Coria y Juan de Dios.


Actualmente la calle Caminito, es una calle peatonal que funciona como un gran museo al aire libre, entretenido y más que saludable.


Caminito, es tango, pinturas, cafés, restaurantes, carnes y deliciosos vinos.